Quique en Joy
Ayer Quique González dio su tercer concierto en Joy Eslava en cinco días, como celebración de los diez años que lleva de carrera. Me acerqué muy tarde a su música pero me pareció buenísimo. Quise ir pero al final me quedé sin entrada. De tanto esperar...
Es personal, no te voy a mentir
no quiero hacer que sientas que no estoy aquí
y no hago más que rellenar el cenicero.
Es personal, no lo quiero decir
pero es lo que hace de ésta una ciudad hostil,
dame los frutos de tu amor de invernadero.
Y olvídate de mi porque en el fondo
estoy tocando fondo al reincidir
será porque me tienes a tu antojo
será porque es mejor también así.
Es personal, una puerta inaccesible
es personal, personal e intransferible
es personal, una puerta inaccesible
es personal, personal e intransferible
Es personal, no lo debes oír
pero es que a veces todo, nada da de si
tendremos que poner los labios en remojo.
Y colocar un toldo ante los ojos
y hacer esfuerzos para no mentir
y respirar lo malo de nosotros
que lo peor lo guardo para mi.
Es personal.
[Personal, Quiqué González, Personal, Polygram, 1998]
miércoles, 31 de diciembre de 2008
sábado, 6 de diciembre de 2008
Adiós a las patatas fritas
Aún me acuerdo de aquellos días en los que no se podía resistir a las patatas fritas. Se pasaba el día comiendo patatas fritas, abriendo bolsas, una detrás de otra, sin parar. Por la mañana, por la tarde, por la noche. Yendo a la universidad, volviendo de la universidad, haciendo tiempo esperando a los colegas... Siempre era un buen momento para abrir una bolsa de patatas fritas y llevarlas a la boca.
No sé, casi era un vicio. No dejaba nunca ni un rastro de patata frita en las bolsas. Hasta la última miguita caía en su boca. Y luego humedecía la puntita de su dedo para que se quedarán pegadas a él las miguitas más pequeñas y así se las comía.
Sin embargo, un buen día empezó a dejar las patatas fritas. Empezó a dejar esas miguitas y siguió por ir reduciendo el número de bolsas de patatas fritas diarias. Y ahora ni las prueba. Es increíble, pero ya no toma más patatas fritas. Y fíjate que a veces abro una bolsa en su presencia y la aireo bien para que le llegue el aroma. Nada. No se siente atraido o tentado. Da igual que estén hechas en aceite vegetal o de girasol. Ya le da exactamente igual. Las ignora por completo.
Ya dijo adiós a las patatas fritas.
Aún me acuerdo de aquellos días en los que no se podía resistir a las patatas fritas. Se pasaba el día comiendo patatas fritas, abriendo bolsas, una detrás de otra, sin parar. Por la mañana, por la tarde, por la noche. Yendo a la universidad, volviendo de la universidad, haciendo tiempo esperando a los colegas... Siempre era un buen momento para abrir una bolsa de patatas fritas y llevarlas a la boca.
No sé, casi era un vicio. No dejaba nunca ni un rastro de patata frita en las bolsas. Hasta la última miguita caía en su boca. Y luego humedecía la puntita de su dedo para que se quedarán pegadas a él las miguitas más pequeñas y así se las comía.
Sin embargo, un buen día empezó a dejar las patatas fritas. Empezó a dejar esas miguitas y siguió por ir reduciendo el número de bolsas de patatas fritas diarias. Y ahora ni las prueba. Es increíble, pero ya no toma más patatas fritas. Y fíjate que a veces abro una bolsa en su presencia y la aireo bien para que le llegue el aroma. Nada. No se siente atraido o tentado. Da igual que estén hechas en aceite vegetal o de girasol. Ya le da exactamente igual. Las ignora por completo.
Ya dijo adiós a las patatas fritas.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)